Es relativa la incertidumbre del salto cuántico       

 

¿Es relativa la incertidumbre del salto cuántico?

 

Hay una enorme diferencia entre los discursos que son de difícil acceso

por la propia naturaleza del tema tratado y aquellos en los que la oscuridad

deliberada de la prosa oculta cuidadosamente la vacuidad o la banalidad.

Alan Sokal y Jean Bricmont “Imposturas Intelectuales”

 

 

 

Por Ricardo Aguilar

Asociación Larense de Astronomía, ALDA

 

          Nadie en su sano juicio dudaría de la influencia que ejerce la investigación y descubrimientos científicos sobre el común de la gente. Las caracterizaciones, los conceptos manejados, los vocablos etc., utilizados en el discurso científico, independientemente de lo complejo que sea el fenómeno involucrado, o lo que es lo mismo, que pertenezcan a un ámbito muy especializado de la ciencia, se dejan colar al lenguaje y al hacer del resto de la sociedad. Para ejemplificarlo, podríamos referirnos a las famosas escuelas pictóricas de principios de siglo XX como el impresionismo y el surrealismo que fueron inspiradas en los conocimientos científicos de la composición de la luz y del psicoanálisis de Sigmund Freud respectivamente.

 

          Pero si la influencia de la ciencia al resto del cuerpo social, a veces, da como resultado maravillosos frutos que se expresan a través del arte en diversas áreas como la pintura, la literatura y el diseño arquitectónico, por citar solo algunas, su influjo no siempre se ejerce con buenos resultados. Ya sea en el entorno académico o coloquial familiar, más allá de la intención del hecho, esto de tomar prestado del léxico científico palabras -que, al no prestársele atención al significado exacto de las mismas, terminan desfigurándose y expresando ideas diametralmente contrarias a su original propósito- trae consecuencias poco plausibles.

 

          En el mundo académico, recurrir a estas prácticas, es decir, incorporar definiciones específicas de una disciplina a otra diferente, es tan deleznable como caer en la poco ética práctica del plagio, ya que la mayoría de las veces la utilización de términos extraños al área considerada obedece al deseo, inconsciente o no, de dotar a los argumentos manejados de un rigor científico del que carecen, pretendiendo así hacer pasar ideas completamente falsas como verdades comprobadas y establecidas. Debemos aquí llamar la atención del celebrado, además de polémico, libro “Imposturas Intelectuales” de Alan Sokal y Jean Bricmont (http://monoskop.org/File:Sokal_Alan_Bricmont_Jean_Imposturas_intelectuales.pdf) donde estos autores hacen una revisión crítica de las obras de reconocidos intelectuales que han tomando prestado conceptos de matemática y física con la pretensión de dar sustento y rigor científico a proposiciones humanísticas que nada tienen en común con las ciencias fácticas.

 

          Afortunadamente los casos señalados, en el medio intelectual y profesional de alto nivel de conocimientos, no constituyen la regla. No sucede lo mismo, sin embargo, de niveles universitarios hacia abajo donde estas prácticas están muy extendidas. Las expresiones del mundo científico condimentan e invaden el discurso general con el carácter virulento del meme (unidad teórica de información cultural), como bien lo ha definido Richard Dawking. En este caso, justo es reconocer, que a pesar de lo generalizado del mal uso de la terminología científica en estos niveles medios del conocimiento, no tiene mayor consecuencia y en el peor de los casos se diluye en la sonrisa que se arranca al oyente atento y conocedor del exacto valor y significado de la expresión.

 

          Como aficionados a la divulgación de las ciencias, y a la astronomía en particular, nos llama la atención el mal uso que en innumerables situaciones se da a conceptos que predominan en buena parte las investigaciones de punta de la ciencia actual como son el de “relatividad”, “salto cuántico”, “incertidumbre”, etc.

 

          El concepto de relatividad se utiliza bajo la premisa de que fue el mismo Einstein quien utilizó la expresión para establecer que TODO era relativo (¿?), escapando, desde entonces, todos los fenómenos físicos a la necesidad científica de someterlos y aislarlos para su debido estudio. Este recurso, como es obvio, pretende evadir la responsabilidad que todos tenemos con una realidad concreta del mundo exterior objetivo, compromiso que implica el reconocimiento de la verdad de los hechos con los que interactuamos diariamente y validar todo a través de una visión muy personal y subjetiva. El deseo de que nada este sometido a leyes físicas que demandan rigor en su estudio y comprensión nada tiene que ver con las teorías establecidas por Albert Einstein a principios del siglo pasado, que dicho sea de paso, había denominado teoría de la invariancia, considerando la particularidad de constante (que no varía) de la velocidad de la radiación electromagnética (luz) y si bien es cierto que el espacio y el tiempo son diferentes para diferentes observadores (relativas), no es menos cierto que esto es solo perceptible a velocidades cercanas a la luz.

 

        Un tanto igual sucede con el término de “incertidumbre”, con el agravante de ser por lo general y con mayor frecuencia, utilizado por aquellos que pretenden dar por descartado el propósito de comprensión última de las leyes que rigen el movimiento y la materia. Para ellos todos los fenómenos físicos y sociales caen en un plano oscuro de incertidumbre que imposibilita a la mente humana el acceso a ellos para su interpretación y certero discernimiento, ignoran (¿ignoran?) que el principio de incertidumbre fue establecido para escalas muy pequeñas, para las dimensiones del mundo de las partículas elementales. No poder determinar, simultáneamente y con precisión, ciertos pares de variables físicas, como son, por ejemplo, la posición y la cantidad de movimiento de una partícula no imposibilita el análisis exhaustivo de las coyunturas sociales y el comportamiento humano. Las personas no somos partículas.

 

        Por último nos vamos a referir a una expresión de moda, utilizada tanto por la gente de “a pié” como por profesionales de todas las disciplinas y políticos de todas las tendencias. Esta expresión parece muy útil cuando se pretende dar la idea de algo muy significativo, de un avance extraordinario, de un cambio total. Es así que podemos oír, por ejemplo: “Entre lo que sabíamos antes y lo que ahora sabemos, hay un SALTO CUANTICO”.  Es obvio que la idea de cambio y de cantidad subyace en la expresión, pero dicha expresión se refiere al estado de un electrón al pasar de un nivel de energía inferior a otro mayor dentro de un átomo, absorbiendo o emitiendo un fotón. El salto cuántico, como término acuñado en la física de partículas, nos remite a dimensiones de lo extremadamente pequeño, a nivel subatómico, por lo cual es erróneo y opuesto al sentido con que se le utiliza coloquialmente.

 

Ricardo Aguilar

Barquisimeto, 28 de marzo de 2014