A  S  T  R  O  B  I  O  G  R  A  F  I  A  S 


 

Miniatura de Elisabetha Koopman

Catherina Elisabetha Koopman Hevelius.

(17 de enero de 1647, Danzig, Polonia – 22 de diciembre de 1693, Danzig, Polonia)

 

Considerada una de las primeras mujeres astrónomas, Elisabetha es llamada la madre de las cartas lunares. Contribuyó a mejorar el trabajo y las observaciones realizadas por su esposo, el renombrado astrónomo Johannes Hevelius, al punto de trabajar igualitariamente junto a él y sobresalir en muchos aspectos como el mismo lo refirió. Tras la muerte de su esposo, se encargó de culminar y publicar tres libros que Hevelius había dejado inconclusos.

 

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Por  Roger A. Jiménez A.

Asociación Larense de Astronomía, ALDA.

 

Los padres de Elisabetha Koopman fueron Nicholas Koopman (1601-1672), un próspero comerciante de la época y Joanna Mennings (1602-1679). Nicholas era miembro de una rica familia de comerciantes en la ciudad de Danzig (Gdańsk) ubicada en el Voivodato de Pomerania de la Mancomunidad de Polonia-Lituania y miembro de la organización comercial llamada Hansa. Nicholas y Joanna se casaron en Ámsterdam en 1633. Recién casados se mudaron a Hamburgo y posteriormente, en 1636, se mudaron a la ciudad de Danzig, actualmente Gdańsk. En esta ciudad, que para ese momento la mayoría de su población hablaba alemán y solo una minoría Polaco, fue donde el matrimonio vio nacer a su hija Catherina Elisabetha, mejor como Elisabetha.

 

Fue una fascinación por la astronomía lo que llevó a Elisabetha, cuando aún era una niña, a acercarse a Johannes Hevelius, un astrónomo polaco de renombre internacional que tenía un complejo de tres casas en Danzig, en una de las cuales había construido un observatorio, que para ese momento, era el mejor observatorio del mundo. En uno de sus encuentros, Hevelius le prometió a la niña Elisabetha, que le mostraría "las maravillas de los cielos" cuando fuera mayor.

 

La primera esposa de Hevelius, Katharine, murió en marzo de 1662 y algún tiempo después Elisabetha, ahora de quince años, se acercó nuevamente a Hevelius y le recordó que cuando era niña, él le había prometido que cuando creciera, le mostraría los cielos desde su observatorio. Ahora ella tenía quince años y consideraba que era bastante grande y capaz para comenzar a observar y entender los misterios de lo que era su fascinación, el cielo. De hecho, ese entusiasmo por la astronomía se había arraigado y crecido en la niña a medida que fue convirtiéndose en una adolescente.

 

Elisabetha se había dado cuenta con el paso de esos pocos años de su vida, lo importante que era una figura en el mundo de la astronomía y debió pensar que era una tontería dejar pasar la oportunidad de entrar en el mundo que le fascinaba, teniendo a un astrónomo del renombre de Hevelius viviendo en la misma ciudad. Así, poco a poco la joven Elisabetha fue acercándose a Hevelius.

 

Hevelke escribe, en un texto que tiene un estilo anticuado muy pintoresco, que mientras más tiempo pasaban juntos y ella crecía:

 

“... cuanto más rodeaba la figura del admirado erudito con profunda y sincera veneración, y con esto se mezclaba un amor incipiente y una admiración imaginativa, hasta que anhelaba que se le permitiera servir al gran hombre siempre, en su misterioso trabajo, llevado a cabo en la quietud de la noche; para compartir sus éxitos y su renombre. Y cuando en la noche iluminada por las estrellas siguió con mirada embelesada y corazón latiendo, a través de su telescopio gigante, la brillante Luna Llena, en su camino silencioso, exclamó con entusiasmo: "Permanecer y mirar aquí siempre, que se le permita explorar y proclamar contigo la maravilla de los cielos; ¡Eso me haría perfectamente feliz!" Y el hombre digno sintió que eso también podría hacerlo feliz.

 

Así que tal vez, se produjo. Hicieron el audaz experimento, estos dos tan desiguales en edad. El experimento resultó feliz. ... Fueron prometidos en la iglesia de Santa Catalina en 1663. El astrónomo encontró en la joven, muy admirada dama, una compañera hábil e incansable, comprensiva y leal en sus observaciones y trabajos. Elisabetha puede haber recordado a menudo las palabras que tantas veces habían animado a su esposo: "Nada es más dulce que saberlo todo y el entusiasmo por todas las buenas artes trae, en un momento u otro, una excelente recompensa".

 

El matrimonio de la joven de dieciséis años con Hevelius de cincuenta y dos años como refiere el extracto anterior, se consumo en 1663. El amor por los cielos, la astronomía, la admiración de ella hacia él y, la compañía y apoyo que él encontró en ella, hicieron una mezcla que resultó en una relación amorosa que se cimentó en el respeto, la admiración y la vocación al trabajo y entre ellos. El matrimonio le permitió a Elisabetha perseguir su sueño, ayudando a su ahora esposo Hevelius, en sus observaciones, trabajos y la administración de su observatorio.

 

Después de su matrimonio, Catherina Elisabetha comenzó a firmar como Elisabetha Koopman Hevelius, omitiendo su primer nombre, Catherina; probablemente por el parecido de este con el de la primera esposa de Hevelius (Katharine).

 

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Johannes Hevelius y Catherina Elisabetha Koopman Hevelius. Crédito de la imagen: Wikimedia Commons.

       

Elisabetha y Hevelius tuvieron un hijo, que murió poco después de nacer, y tres hijas que sobrevivieron. La mayor de las tres hijas fue nombrada Catherina Elisabetha y bautizada en la Iglesia de Santa Catalina, Danzig, el 14 de febrero de 1666.

 

Por los escritos de Johann (III) Bernoulli sabemos que Elisabetha:

 

“... se enfermó de viruela y estaba muy marcada por ella. Su marido, que nunca había tenido esta enfermedad, nunca abandonó su lecho de enfermo y la cuidó fielmente ...”

 

Esto debe haber ocurrido poco antes de que Hevelius muriera, ciertamente mucho después de la tragedia que se produjo en el camino de la familia. Su casa y observatorio fueron destruidos por un incendio, posiblemente iniciado deliberadamente, en la noche del 26 de septiembre de 1679.

 

Hevelius escribió a su patrón, el rey Luis XIV de Francia, explicando lo que sucedió esa noche. El comienzo es útil para describir las contribuciones de Elisabetha:

 

“En la infeliz noche antes del incendio me sentí profundamente preocupado por temores no acostumbrados. Para levantar el ánimo, convencí a mi joven esposa, la fiel asistente de mis observaciones nocturnas, para que pasara la noche en nuestro retiro campestre fuera de las murallas de la ciudad...”.

 

Edmund Halley había visitado a Hevelius y su esposa durante el verano de 1679, poco antes de que su casa y observatorio fueran destruidos por el fuego. Tal vez debido al incendio llegó a Inglaterra el rumor de que Hevelius estaba muerto. Elisabetha debe haber pedido a Halley que le comprara un vestido en Inglaterra, ya que, en octubre de 1679, Halley envió el vestido al secretario de la ciudad de Danzig, escribiendo:

 

“Me doy cuenta de que la esposa desconsolada [de Hevelius] debe estar usando ropa de color triste, sin embargo, por varias razones he pensado bien en enviar el vestido adquirido para ella... porque todavía no estoy seguro de que su marido haya muerto, en cuyo caso juzgo que nada sería más desagradable que la demora... ya que es de seda y de la moda más nueva, estoy seguro de que complacerá mucho a la señora Hevelius, si solo se le concede que lo use ...”

 

Después de dar detalles precisos del costo de la seda y la confección del vestido, le pide a Elisabetha que le envíe tres copias de los libros de Hevelius para cubrir el costo. En marzo de 1680, Elisabetha Hevelius escribió una carta en latín, casi seguramente a Halley, preguntando por el nombre de un médico a quien había recomendado, cuando vivía en su casa, como conocedor de una dieta que curaría la artritis. Uno asume que es Hevelius quien sufre de artritis y su esposa está buscando una cura para él.

 

Después de la muerte de Hevelius en enero de 1687, Elisabetha se dedicó a la tarea de preparar para su publicación, tres de los libros parcialmente terminados por su esposo. En noviembre de 1687 escribió a la Royal Society de Londres, pidiendo ayuda para editar los libros. Al parecer, no se prestó ninguna ayuda.

 

El primer libro, Stellarum Fixarum, se supone que solo requirió una edición mínima, finalmente fue publicado por Elisabetha en 1687. Luego le siguió Firmamentum Sobiescianum sive Uranographia, publicado en 1690; este libro contenía 56 cartas estelares y fue el atlas celestial más detallado e influyente del siglo XVII. Por último, el libro Prodromus Astronomiae, publicado en 1690, fue una compilación de 1564 estrellas con información sobre sus posiciones (muy precisas pese a ser hechas a ojo desnudo), los métodos de cálculo y ejemplos de cómo se determinaron la latitud y longitud de las estrellas utilizando solamente el sectante y el cuadrante, sin el uso en ningún momento de un telescopio. Se sabe que Hevelius no pudo completar el trabajo que recopilaba este libro, por lo que fue Elisabetha quien lo culminó, de hecho, agregó más de seiscientas estrellas nuevas y doce constelaciones que no figuraban en el borrador. Sin embargo, a pesar de este aporte final de Elisabetha, el libro fue publicado sólo con el nombre de Johannes Hevelius como autor. Pero no caben dudas de que, además de editar estas obras, gran parte de su contenido se había logrado por el trabajo de ambos.

 

Gracias a esas publicaciones conocemos el gran trabajo que hicieron ambos, el cual, fue más que el contenido en las publicaciones, ya que parte de este nunca llegó a salir a la luz debido a un incendio que ocurrió en su casa, en 1679 y destruyó parte del material.

 

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Una vista del libro Prodromus astronomiae (1690). Crédito de la imagen: Wikimedia Commons.

 

Elisabetha sabía escribir en latín, este dato se conoce por la correspondencia que mantenía con otros científicos, de hecho, lo hacía mejor que Hevelius, con más estilo según algunos historiadores y eruditos de la materia. Lograba utilizar el latín con claridad y exactitud al plasmar en papel los cálculos matemáticos necesarios para sustentar las observaciones astronómicas que hacían ambos a través de los instrumentos; cálculos que ella había aprendido de su esposo, pero que con naturalidad y facilidad sabia donde aplicarlos y desarrollarlos. Sin embargo, un aspecto vacio en sus bibliografías es: ¿Dónde y por qué habría tenido que aprender latín?, ¿por qué fue una prioridad para ella? Las respuestas a estas preguntas aclararían la disyuntiva que existe adicionalmente: ¿aprendió de niña, antes de casarse con Hevelius o después para ayudarle en sus trabajos? 

 

Por otra parte, también está su habilidad y destreza con las matemáticas. Arago señala en sus escritos que Elisabetha hizo un trabajo excelente haciendo observaciones con los instrumentos de Hevelius y emprendió un trabajo muy útil con cálculos matemáticos, por lo que uno podría estar más seguro de que Hevelius le enseñó las habilidades matemáticas necesarias en el área, pero esta deducción no descarta la posibilidad de que haya tenido algunas lecciones de matemáticas cuando era niña.

 

Elisabetha Hevelius murió el 22 de diciembre de 1693, a la edad de 46 años, y fue enterrada en la misma tumba que su marido. Después de su muerte, el matemático François Arago escribió sobre su personaje:

 

“Siempre se hizo una observación elogiosa sobre Madame Hevelius, que fue la primera mujer, que yo sepa, que no tenía miedo de enfrentar la fatiga de hacer observaciones y cálculos astronómicos”.

 

En muchas biografías que se han escrito sobre Hevelius no se cita a Elisabetha, aunque su labor como ayudante y sus habilidades matemáticas fueron no solo mencionadas, sino exaltadas por su marido en el primer volumen de Machina Coelestis (1673), tratado en el que se describen sus instrumentos.

 

François Arago, en alguno de sus escritos, trató de plasmar la emoción que embargaba a Elisabetha durante las sesiones de observación:

 

“En una noche estrellada, en esa terraza donde la pareja pasaba horas y horas observando las estrellas, es fácil imaginar la emoción de Elisabetha, su ojo en el telescopio y su corazón acelerado, verdaderamente entusiasmada por dedicarse a lo que más ansiaba de pequeña”. 

 

La promesa se cumplió: sus ojos exploraron las maravillas del cielo!

 

Reconocimientos:

·         La vida de Elisabeth fue dramatizada en la novela histórica en alemán Die Sternjägerin (La cazadora de estrellas) (2006).

·         El planeta menor 12625 Koopman fue nombrado en su honor.

·         El cráter Koopman en Venus fue nombrado en su honor.

 

Referencias:

https://mathshistory.st-andrews.ac.uk/Biographies/Hevelius_Koopman/

https://scientificwomen.net/women/hevelius-elisabeth-44

https://mujeresconciencia.com/2020/02/13/elisabetha-koopman-hevelius-la-primera-astronoma-que-se-asomo-al-cielo/

https://en.wikipedia.org/wiki/Elisabeth_Hevelius